viernes, 11 de marzo de 2016

Niña apacible

Deslucida, la niña se sentaba al piano.
Una lluvia de impaciencias la recorría
ante la pálida espera de acertar en el tono.
Lo suyo debía ser un aporte a la cultura.
Prisionera del taburete, se dejaba volar
hacia donde el mundo felizmente termina.
Los vendavales de notas no la distraían,
su presencia era ausencia ante el teclado,
a la deriva, como enhebrando una aguja,
la apariencia de su inspiración le regalaba
versos con rima y un mohín en el entrecejo.
Como si fuese ahora, sentía en sus dedos
la tierna experiencia de una  dulce sonrisa
de ese alguien que estando ausente y eterno
perdura en su esencia en esa  ilusa ficción
de una niña apacible sentada en un piano.


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