Coquetas las golondrinas vuelan contorneando los cerezos
mientras la hora de la siesta se derrama en los
naranjales.
Un sordo terremoto de hongos crece tras la lluvia matinal,
los caracoles soportan su pausada rutina en baboso andar.
Prolijas y ordenadas, interminables filas de hormigas
caminan
forjando horizontes por diminutos senderos entre el pasto.
Alborotan trinos y gorjeos a puro canto el idílico
ambiente,
la armonía es un diario suspiro en la calma de ese
paraíso.
Solo mi visita resulta extraña en la serenidad de la
naturaleza.
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