sábado, 27 de abril de 2019

Dueña y señora

A ver si por allí alguien encuentra
una porción de mi cuerpo latiendo.
En un descuido lo debo haber perdido
vaya uno a saber en cual lugar.
Marchaba paseando mis huesos
bajo un sol rojo, que se enfriaba.
Mis manos naufragaban a deshora
por algún sitio como cada mañana.
Mis ojos investigaban los olvidos
que se guardan en la eternidad del alma.
Mi sombra se porfiaba en dejarse
llevar por dónde el amor la lleva.
De pronto, solo vestida de ausencias,
desperezando un aroma de lavanda,
de la nada, floreció ella, dueña y señora
de la dicha de poder estarla mirando.
Ocupo todos los rincones invisibles
y su perfume se unió a mi olor mojado.
De azulejo y frío me quedó el pecho,
al instante perdí el latido, ese rito diario.
Ahora entiendo cuanto ha de valer
aquello que me dejó incompleto.
Por eso, amigos, por caridad se los pido
si alguno de ustedes con mi corazón
por azar se topa, háganmelo saber
y si no es mucho pedir, tráiganmelo
junto a las lavandas de esa dueña y señora.



1 comentario:

  1. Quizás ese corazón esté guardado en un cofre blindado, bajo un colchón de lavandas recién florecidas, a la espera de algún momento, para romper, valiéndose de su fuerte eco, las paredes silenciosas de ese cofre. La cuestión es saber, en qué jardín se encuentran las lavandas.
    Letras que son capaces de hacer recorrer todos los jardines.

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