Sólo ellos dos están en el mundo entero,
apostando a juegos infantiles bastante inocentes.
De esta forma al amor le encanta visitarlos,
haciendo, completamente libres,
sin que a nadie le importe lo que hacen.
Sus cuerpos es el idioma y hablan por los ojos,
por las manos, por los dedos del pie,
y por tantas otras partes que esconden entre ellos,
bajo el aro ardiente del sol.
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