apenas un estanque poco profundo.
Pero en ese lugar, dos horas
después del mediodía, se renuevan
los aires viejos y me nace algo así
como una nueva serenata y un viento
fuera de control que brama una alegría secreta
que me borbotea desde la sangre.
Mi corazón se convierte en un tambor
emocional, dramático y anhelante,
se despliega como una bisagra
e inicia una guardia punzante
para aprovechar los tiempos de pausa
que promete la proximidad de una siesta.
Todo latiendo hasta que acabe tu ausencia.
Después se desborda el estanque
y el paisaje se inventa sobre tu fantasma.
Ilustración: "La siesta" o "La meridiana" - V. Van Gogh
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