En los rincones viven
las sombras de lo que he amado.
La de una vieja bicicleta verde que me enseño a pedalear,
junto a una pelota de trapo que desataba mi imaginación.
Desde allí me miran los ojos celestes de dulce mirada
que alegraban mis días de aprendiz en el arte de vivir.
De vez en cuando asoma la caricia que mi madre me
regalaba
y el aroma a cigarro que envolvía la figura de mi padre.
El sombreado esconde, por allí y por allá, muchas otras cosas
ese primer beso con salado sabor a mar, y la aventura
de construir amistades a medida que iba creciendo.
Se guardan las sostenidas miradas de unos ojos negros
y amores de paso que igualmente dejaron alguna huella.
Risas y llantos de mis hijos que hoy recrean los suyos,
miles de nuestras noches juntos acariciando cortezas de
lunas.
Pensamientos dulces de antaño y alguna que otra amargura.
Pero ninguna de todas las sombras pueden retroceder
horizontes
ni completar esta vida incompleta que aun debo transitar.
Es un paso en el tiempo o una visita al pasado, sea como fuera ha sido un placer rodearse de esas sombras.
ResponderEliminarMil besitos, Sergio.
Si pudiera aportar algo... para que ese transitar diario pueda ser más completo...me lo puedes decir? Sería también un complemento para mi vida...
ResponderEliminarPrecioso poema, homenaje a la vida, pasado y presente. Feliz día del padre, poeta
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