Cualquier día, a la vuelta de una primavera,
al fondo del reino de nunca ninguna vez,
cuando hasta el crepúsculo se haga tarde,
me pondré a beber
de un pecho cierto pesar,
haciendo oídos sordos a quien me acompañe.
Sin contenido, alguno daré un salto al vacío
y como un lógico necio, enterraré la añoranza
junto a desaciertos póstumos, aprendiendo
como si fuera un penúltimo ensayo, el juego
final que deja el legado de un hasta luego.
Un hasta luego sabiendo que es un adiós. Pocos regresan del abismo.
ResponderEliminar