Sofoquemos dulcemente la penumbra
en el momento en que sea necesario,
guiando con un
guiño los opacos velos
a través de las
rendijas que filtra la luz.
Indago en tu cuerpo, tierno y lozano,
por una porción de ese destino tenue,
de luna pequeña, que esconde tu cielo,
para que pueda indultarlo de la tormenta
en algunas de mis noches en tus ojos,
retornando el fuego que en ti se cobija
y así devolverme a mí mismo el deseo
de encadenarme a los tizones que arden
muy dentro de tu piel y tu carne. En ti,
en las hondas caracolas de tu corazón,
tiñendo de rojo un pedacito de oscuridad.
Sublime y magistral. Brillando en su perfección.
ResponderEliminarMil besitos, Sergio.
Destino tenue... pero los tizones no se apagan. M. N.
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