Abre el amanecer sus ventanas remotas
Más que lenta, intenta inventarse la verdad.
Del nocturno lamento nada se escucha,
la brisa desarma verdes y mudas envidias,
cerrando, con indolencia, puertas invisibles,
entreabriendo al sol ranuras secretas.
La lúcida conciencia de un cielo impasible
desborda un tacto entre sutil y blando.
Se ahuyentan al azar retraídos fantasmas,
Mientras, el roce de tus muslos cercanos,
recibe el fervor apasionado que brinda mi mano,
con la avidez de un rumor de sangre y marea.
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