La chica con senos de porcelana,
portando una tersura que se va
se va consumiendo a fuego lento
en el capricho de juegos intensos.
Ve como abofetea su existencia,
una alegre invitación malvada,
enviada por galanes de la noche,
y queda atrapada en carcajadas.
Tropieza
con su propia sombra
la
rubia de las manos limpias,
la
ve hosca, fría y muy distante,
tal
como una ramera sin suerte.
Terribles cercos de mil fuegos
la circundan, físicamente vacía.
Aproximándose lunático el miedo,
portando unos cuantos años más,
se sintió con la piel de su abuela,
y en ese declinar, caminando sola.
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