Todavía estás en mis últimas visiones,
esas, entre el desayuno y el almuerzo,
o cuando me preguntan los eruditos
si alguna vez voy a lograr
olvidarte.
Solo para vos, he guardado un ruiseñor,
un manojo de plumas y el samovar tibio.
En la vera de mi costanera alisto piratas,
para que crucen las suaves olas del río
enarbolando un solo suspiro enamorado,
y se aparezcan ante tus ojos de incienso,
iluminándote con varios farolitos chinos,
para poder decirte que aun hoy extraño
el espacio, el oasis, el mar, y el fuego
con que siempre me quitabas el aliento.
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