Renuncio
al silencio de las muchedumbres,
a
los instantes de la ansiosa desesperanza,
al
juicio final que comienza por el principio,
a
la compra y venta de ese estar con nadie.
A
los reflejos de tu boca cuando desayunas,
a
las caducas noticias de todos los otros días,
a
una historia desmenuzada por mil polillas,
a la vereda rota que acaba en el viejo roble,
a
poner el cascabel al gato sin ningún gato.
A
las sardinas al tomate envasadas al vacío,
a
las maravillas de que no seamos amantes,
a
besarte debajo de la luna las noche frías,
a lo que no quiero, puedo ni debo renunciar.
A
eso que no sé nombrar pero igual nombro,
a
una despedida detrás de algún otro lado,
renuncio
a renunciar con todas las letras,
quiero
acopiar algunas para poder renunciar.
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