Está lloviendo sin parar durante días
y no tengo la
lujuria de un paraguas que me cubra,
ni unos labios rojos comprensibles
para conversar con las puertas cerradas a la lluvia.
No te miento, te echo de menos,
y muy a menudo quisiera que estuviésemos juntos.
Pienso en ti con el café de cada mañana,
igual que lo hacía en aquellos primeros días,
y en las tardes no sé como escapar de los grandes vacíos.
Por suerte llueve, eso es un consuelo vacío.
Desde ahora y en adelante ya no voy a esperarte.
Bonito, lleno de nostalgia y un triste final.
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