Un
cuerpo que vacío,
se
rinde al desengaño,
permite,
indolente, que
las
ondas del letargo
invadan,
acorraladas,
subterfugios
del alma.
Espectro
que domina
a pesar
de todo brío.
Presas de
sí mismas,
con el
dolor de estar
a punto
de ir muriendo,
las pasiones
se agrían
dentro de
los adioses.
En ese infierno
retenido,
los sentimientos
decaen,
se
salobra el agua dulce
opacándose
la magia
de tantas
horas perdidas.
Ilustración: "Los Adioses" - Umberto Boccioni
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