A
veces, por la mañana,
aún
camino por las calles
imaginándote
dormida.
Con
las mil formas que tu cuerpo
merodea
en el lecho.
Quién
sabe si en ese momento
tendrás
tu piernas
recogidas
en tu pecho,
abrazando
tus rodillas
como
protegiéndote de ti misma,
o
si en un fuerte abrazo
hundirás
tu frente en la almohada,
dejando
tu espalda desnuda.
A
veces, por la mañana,
quiero
suponer que despertamos juntos.
Te
dedico una mirada
tan
llena de intenciones que me pregunto
si
me la responderás.
Relajada,
disfrutas de tu posición
apoyando
tu cuerpo en mí pecho.
Me
hormiguea tu cabellera
y
aún así, me aventuro
a
cosquillear tu cuello con un beso,
te
siento arquearte, desperezándote
en
una artificial caricia dormida
que
pinta destellos en mi mirada.
A veces, por la mañana,
aún sigo viendo tu levantarte desnuda,
desplegando aromas y alegrías,
canturreando
pinceladas,
llevando
tras de ti de rehén a mis ojos.
Verte regresar de lluvia mojada,
hundir tus manos en trascendente búsqueda,
excitándome con esa suave presencia,
y, al tocarme en los espacios
encontrados,
dejándome sin saber qué decir
cuando mi figura recibe tus presencias ocultas
que siempre llegaron a enamorarme
de tu absurda manía de envolver los cuerpos mojados.
A veces, tan solo, yo te extraño
en este cuarto menguante que se colma
con esta espesa falta de ti.
Ilustración: "Mujer dormida" - Pilar Jimena Alejo
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