Esa
congoja de musgo,
plena
de soledad de pájaros
y mansa
y fértil lluvia,
me
empuja hacia las dudas
de las
horas perdidas.
Atiborra
de garabatos
las
manos del descuido,
me sumerge
en el fondo
del
crepitar de las hojas.
En
viejos y desgastados vacíos
desnudo
semillas de extravío
que
germinan como arboles hundidos.
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