Tu
mano se enreda en el follaje,
inquieta,
derramando su cadencia,
agitando
la ilegalidad de mi delirio.
Se
esconde maliciosa, suave y fría,
metiéndose
en el remanso de mi vida.
Inocentes
y en tropel los deseos
se
agolpan en recodos de vergüenza,
y se
pierden en la alada gravedad
dónde
nacen tus corales. Allí se hunde,
en delirios
de vida, el misterio mudo
de los
lentos ritmos sin mancha.
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