Al
final de la angustia
nos ganamos
la herida
que
la tristeza, patética,
sentenció
en su travesía.
Fosilizada
entre dos aguas
la esperanza
arde, astuta.
Tal
vez, algún saltamontes,
borracho
de sueños siesteros,
quite
la nieve de la pasividad
inventando
el do del amor.
Sí, que invente, que invente!
ResponderEliminar