El fuego,
que no toque el fuego,
decía mi padre.
Pero las llamas activamente
atraían.
No obstante evité la escena ritual
y me aleje
de ese fuego que brillaba en la oscuridad.
Luego
las borrascas de
otras llamas
incineraron, en un rincón oscuro,
la inmortalidad de esa curiosa polilla
llamada juventud.
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