Si alguien diría que desde antes de fundarse
el pueblo ya estaba, seguramente le creerían. Quique, siempre estuvo, está y
estará.
No hay cumpleaños, casamiento, celebración,
acto patrio, desfile, festival de lo que sea, artista que se presente, partido
de futbol que se juegue donde no esté Quique.
Nadie sabe cuando nació Quique, mucho menos qué
edad tiene, pero todos saben que desde que aprendió a caminar Quique y la calle
son una sola cosa.
Metido en unos pantalones que siempre le
quedan grandes, atados con un piolín, una soga, algún viejo cinturón que vaya
uno a saber que gordo perdió, con ese pulóver o campera ya gastado de tiempo y de
uso, sucio a más no poder, sus mocos colgándole por sobre el labio y esa boca
que es sonrisa-mueca-gesto pero que no emite más que sonidos guturales, Quique
se anda por allí.
Pide un cigarrillo con gestos, con gestos
pide comida, se enoja y con gestos insulta, se alegra y baila con gestos, con
gestos entra a la iglesia y se para frente al cura y hace gestos como si fuera
un director de orquesta y el cura trata de seguir dando la misa como si Quique
no estuviera. Pero Quique está y no se va.
Quique no tiene memoria ni nunca la tuvo, no
sabe si es ayer, hoy o mañana, ni le interesa saberlo. El solo quiere andar por
allí, brille el sol, llueva, nieve o el viento se lleve techos y arboles hasta
donde el diablo perdió el poncho. Quique vive en la calle y de la calle.
Nunca se sabe cómo, pero siempre Quique sabe
donde hay una reunión, una fiesta, un casamiento, un cumpleaños o un simple
acto escolar y sin pedir permiso, como si lo hubieran invitado Quique dice
presente, avanza hasta la primera fila, hasta la mesa principal de la reunión y
se queda allí mirando sin ver, salvo que haya comida. Porque Quique va por la
comida.
Lo demás no importa. Y Quique come y come y
come y come, como guardando hasta el próximo acto patrio, desfile, festival de
lo que sea.
Alguna vez Quique tuvo madre, seguramente un
padre, quizás hermanos y demás parientes, pero Quique siempre anda solo. No le
gusta que lo acompañen ni que lo toquen. Si lo tocan Quique escupe, es su única
defensa. Si lo tocan Quique es un chulengo[1], un guanaco chiquito que
escupe. Y escupe bien y lejos. Escupe cargado como si toda su limitación
cerebral, su nada cerebral, su ausencia cerebral tuviese ese único acto
reflejo.
Ah! Y los gestos claro. Quique es un
gesticulador nato. Pero siempre el mismo y repetido gesto. Ese alzar la mano,
brazo, hombro izquierdo velozmente, con la palma apuntando a su cabeza, como
quien va a hacer una venia, un saludo militar, pero pasando rápido por su
cabeza, muy rápido, como para que el gesto no se detenga.
El tiempo pasa, corre, no se detiene, muchos
han llegado y se han ido otros, pero Quique está ahí. Siempre estuvo, está y
estará.
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