sábado, 5 de enero de 2019

Nunca se inventa

El vacío era diciembre.
Los lobos ignoran las flores quemadas,
Verdes, las manos de las algas
esconden grutas azules y peces de fuego.
La marea está en baja.
Por las sábanas alza el amor su silencio.
Eso nunca se inventa,
se da, sin más, como azotes del crepúsculo.
Era diciembre y no estabas.
Cielo cenizo, sin estrellas, este cielorraso.
La saliva brillante del deseo
quema la carne y las dudas del domingo.
Puedo escupir mi urgencia,
tragar el mar, la nube y las espigas,
hasta abandonar el olvido,
pero no desterrar un continuo diciembre,
que no es nada, pero duele.



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