jueves, 17 de enero de 2019

Raras veces


Al acecho, la ciudad enmohecida,
borrosamente siembra por sus calles
semillas de desgana y de melancolía.
Jadea gritos de multitud y silencios,
material perecedero que cruje su aliento
con una frágil belleza apenas existente.
En una esquina existen ojos que miran,
manos que dibujan palabras en los rincones.
Desquicio de andenes, autos y edificios
borran ese verde con el que aún se respira.
Lo imprevisto y lo anónimo vive en sus muros,
agónica, distante vive la vida su papel pintado.
A veces, raras veces, el silencio de una flor
se descalza en una acera y nos asombra
con su bálsamo de infancia y paraíso.

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