Me tientan los caminos
de tus tierras extranjeras.
Sus interiores ardientes
de magnificas sorpresas.
La novedad tintineante
de tu cuidado y suave jardín,
los surcos secretos, atajos
que conducen a esa ermita,
dorada, azulina e indecisa,
aromada de césped
y de agua trémula,
que satisface mi paladar
sediento de tu hospitalidad.
Déjame transitar, provocativo,
los dones de tu reino,
y fecundar en él, tu brote
de mujer, de dulce amiga.
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