Pude haber
cambiado el mundo
en intentos
de acariciar estrellas,
pero me
pudieron los perfumes
de esos cielos
de mandarinas,
que
prometía una muchacha
en
la calle con sabor de caramelo.
No
me regaló la luna de su gesto,
ni se llevó
mi alma ni mi cuerpo.
Continúe hurgando
alcobas apuradas,
atisbando,
con ojos pensadores,
hasta,
fatal, caer en el infierno
de los tres
lunares de tu pantorrilla.
Así
estoy, prisionero dentro de ti,
sin
transmutar nada del mundo,
encerrado
en el encanto de
tu exilio,
olvidado ya
de cítricos bálsamos,
buscando lo
que sea que me atrapa,
en este
perfecto y creado equilibrio,
que me
brinda el anhelo de tu cuerpo
Ilustración: "Mandarinas" - José Miguel Páez
No hay comentarios:
Publicar un comentario