Bosque
diáfano, pequeño y recortado,
con nombre
de guerra y besos con apellido,
que
atrapante corona, mujer de media noche,
el momento
exacto de mí volar con las hadas,
guardando
reminiscencias de tu adolescencia,
y elige
escuchar, de vez en cuando,
la contienda
del cariño de los abismos, agitados
por la secta
de estrellas de mis impulsos.
Cada vez que
me siento así, sin control,
yo,
rústico hombre de hueso y carne, me condeno
a los sueños
de inmortalidad que me ofrece
la tibieza
de tu pubis casi imaginario.
Un canto a la inmortal pasión! Bellísimo e iluminado!
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