¿Recuerdas
esas noches mujer de lluvia?
Hasta el
último lugar del mundo sabía ácido
fuera
de nuestras guardadas candilejas.
El
universo no existía más allá del nosotros,
el
tiempo dejaba de parir instantes
en
erótica quietud, sin vedados horizontes.
Bruma y
llovizna en la magia de tu espalda
inundando mi
torso con deseos fluorescentes,
en espiral de
apremiantes pretensiones.
Saladas
emancipaciones proveían de magia al sur,
la
nostalgia de mirar, era para conocernos
en
esos desafíos de
locuras rosadas,
donde nada
quedaba oculto a los sentimientos.
La
creatividad era solo una inauguración,
que sin palabras,
nos regalaba circos imposibles.
Luego la
búsqueda de prosperidades frescas,
se instaló
en la primera fila de lo cotidiano,
hasta
terminar escampando toda la fascinación
de los embriagados
sonidos pluviales,
sin
ningún nuevo intento por lograr días de suerte.
Antes
que sea tarde, extiende tu mano,
déjala volar
en el sonido turbulento de un beso,
hasta
apreciar viva nuevamente esa tormenta
que te hacía
sentir, feroz señora de lluvia.
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