Como una envejecida cortina raída,
me tienes como accesorio en desuso.
Sabes que estoy allí en el amanecer,
abandonado debajo de las sábanas,
como un regalo de la vida olvidado.
Quien ha sido el que ha dado sofoco
y caloría a tu piel en la fría
nocturnidad,
yace congelado en la pura
indiferencia.
Te olvidarás de mí en el transcurrir
del día,
ninguno de tus sentimientos me
albergará,
no evocaras el sentir mi roce
entibiándote.
Solo, cuando en la noche regreses
aterida,
calando el frío lo recóndito de todo
tu ser,
y lo gélido del lecho te semeje
sudarios,
abrazándote la ambición de no estar
sola,
cesarás, inevitable, tu arrogancia
altanera,
y como recién venida al mundo,
transitarás
a tientas, rogando pronto poder
encontrarme,
para darme apresurada y rendida tu
cuerpo.
Logrado, regresarás al tálamo a
complacerte,
hasta que el sueño te lleve a nueva
alborada,
en la que, sin ninguna compasión,
repetirás
el rito de dejar inerme este camisón abrigado .
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