Ser aliados

Éramos la privada propiedad del se puede,

maravillosamente simple en lo sosegado

de las invitaciones que traen los lugares,

esa clase de limbo en el borde de los dos.

Así, se quemaban las miradas del cielorraso

en el vehemente suicidio del conociéndonos.

Metamorfosis de cosas que nos absorbían,

notando quien era yo, revelando quien eras tú.

Don de ser aliados sin ceder a la sal del hastío.

Disfrutaba en mis brazos duendes de paseo,

algún acaso y lo que se fue en una noche.

Tanto podíamos amarnos en preámbulos,

que el amanecer siempre hería a las doce.