Un día dejó de querer.
Lo atrapó el
inmenso
abismo de la amargura
que le impidió ver un si
de caricias y ternuras.
Solitario de palabras
vio marchitarse su nada
sin tratar de razonar.
La amaba en secreto,
en los atardeceres,
en sombras, desnudo
de toda hipocresía,
maliciando rechazos,
de sus miradas lejano,
abusando de silencios.
Se envolvió indeciso
en ese no puede ser
que terminó no siendo.
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