martes, 19 de julio de 2016

T. S. Eliot dixit


Trece lustros atrás, exactamente a las veintiuna y quince,
asomó la cabeza por la primera puerta que encontró en el mundo.
Ahí estaban, solemnes y visibles las manos de una comadrona,
los ojos de un partero, y esas columnas cansadas y sangrantes
que vendrían a ser las piernas de su madre. Berreó,
como berrean todos los miembros de la especie humana,
y continuó berreando cuando le daban a estrenar su cicatriz,
ese ombligo que se haría viejo con el mismo.
Le limpiaron el afecto de lo temporal y lo largaron a andar
con las manos repletas de fantasías y vacías de coherencia,
llevado por el viento anduvo por el mundo, y por aquello que no es mundo,
descubriendo esa campiña abierta que es la vida.
Sembró aquí y allá, cosechando alborotos en la primavera
y criaturas en el ardor de verano. También, muchas,
muchas viejas piedras que nunca pudo descifrar. Esa es su deuda.
Hoy está aquí. Aquí o allí no importa. Está.
Trece lustros después de atravesar la primera puerta. Está.
En un camino que sube pero que baja, que es de ida y es de vuelta
(T.S. Eliot dixit) ocupando su lugar en una mesa larga,
en una incierta hora antes de que llegue la mañana.
y como el primer día asoma la cabeza por la primera puerta que encuentra.

1 comentario:

  1. Algunos dicen que el 13 es número de mala suerte y otros que es de buena. Estimo que el que llega a cumplir los trece lustros ya tiene un sabor de la vida y de muchas otras cosas que en ella se incluyen... Hay que dar gracias por conocer lo conocido y también por estar. ¡FELICIDADES POETA! tus escritos me maravillan.

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