Condenado ser fantasma, despojado
de historias de ayer y de hoy,
ejecutor y sobreviviente de míticas leyendas,
percibiendo señales ambiguas,
deambula por azoteas bajo el cielo,
intentando pasar desapercibido y en soledad.
Manos vacías lo acunan con melancolía,
atrapado en su ancestral memoria
busca un rostro
donde reconocerse.
No hay espejos en las hojas de los árboles
ni respuestas en las ciegas miradas,
solo el prolongado bostezo lúgubre de la noche
y el destiempo estático de la eternidad.
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