Aromas de ciruelo silvestre a campo abierto,
allí, donde el viento no tiene sombra,
ni sonidos el rumor de voces y la mirada es breve.
Los campos verdes y húmedos se desperezan,
la penumbra abre su espacio vacío.
Una mujer joven, morena, en una blusa blanca
disfruta la calma y el silencio en torno.
Bella y ajena al bien y al mal,
con sus tranquilos ojos negros
mira el camino bordeado de sauces y cipreses,
esa suave alfombra que se llevó al forastero.
Templando su ánimo en la aurora matinal,
disminuye su ansiedad con las manos en su vientre,
siente un leve toque y sonríe, sin nostalgia alguna.
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