Pensé
que no había nada que contar
sobre
la viuda y su amor secreto.
Ya
sin el ahora muerto, dos fulanos
atendían
a la que acaba de enlutar.
Con
el comandante compone un dueto,
Y al
necesitado le deja andar sus manos.
En
su rincón satisfecha parece la apenada,
ya
que ambos no se andan con mucha prisa.
Ocultos,
ardientes y con mucho apego
le
dejan algo más que su masculina mirada.
Pero
la mujer en su viudez, de pronto analiza
si
no será mejor intercalar, en su desasosiego,
a
una de su género y mejor adiestrada.
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