Prematuro acróbata entre el sueño y la caída,
las agujas del reloj apuran terrena pesadumbre
que invade los párpados oscuros y las retinas.
Un rumor de crisálida atraviesa pausado la piel,
un hombre concluye su famélico y azul bostezo,
humilde, se refleja en la vaga nube del cielorraso.
Absurdo profeta de credos seculares, torpe y ciego,
deja las sábanas con el desmayo de una oruga,
jadea despegándose la almohada de la cara,
transmuta sombras por intermitentes luciérnagas,
recobra un poco sus incandescentes rudimentos
y en contra de sí mismo se da, como furtivo lujo,
permiso para estar despierto. O al menos, eso cree.
No hay comentarios:
Publicar un comentario