guiña el ojo izquierdo el ventanuco del baño
y una maceta se tropieza con la pared.
Los gatos buscan la vía láctea en los rincones,
a sobre cerrado una carta vuela hasta las baldosas,
no hay pestañas postizas que la miren,
ni siquiera los gorriones, marchitos cansados y sumisos
le prestan atención a la volátil esquela.
El tiempo pasa, blanco, rojo o negro,
después solo queda un antiguo esqueleto de letras
que una cadena de
hormigas
entierra junto al viejo naranjo. Nada mas.
Hoy las cartas son solo un eco en las ruinas.
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