Nace
y muere melancólico un adiós,
en
el enigma de un amor prohibido.
Contorno
de despertares insólitos
con
esa enamorada desconocida,
que
con vigencia de cuerpo y arena,
nos
regala la bigamia de vicios opuestos,
vestidos de comparaciones doblegadas,
en
la primavera de un día cualquiera,
por
el falso suicidio de sus besos.
Acechan
certezas vagabundas,
y
sin razón alguna, se hacen carne
con
todas las voces del silencio.
Y nosotros somos todo lo contrario,
Coincidencias de una ciudad
sin cielo.
Ilustración: foto - Lilya Corneli
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