En
mis silencios, no se me ocurre pensar en ti.
Trémulo
de intolerancia desbocada, solo te vivo,
como
una invitación a un mar oscuro de mentiras.
A
pesar del satisfecho gozo de saber que estás ahí,
la
ausencia de palabras me tienen ciego, sumido
en
el lugar del desconsuelo. Tormento goloso
que
mi rutina taciturna, saborea cual sombra de enero.
Admiro
mi propio extravío de profundo enamorado,
y su
llamada a morir manso en tu invierno de mujer.
Quizás
una historia con la flor de mis desgarros,
memorial
dicho tan solo con cuatro palabras,
colme
esos puntos en blanco: yo te sigo amando.
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