El
camino de regreso, de alguna manera,
permanece
como un pincel antiguo,
anclado
en el tiempo, bajo la arena.
Un
día cualquiera, anónimamente feliz,
la
madrugada del porvenir se percata
que
guarda ingredientes pretéritos,
y
como el sereno bosque, en su tradición
de
rejuvenecer en la agonía de sus hojas,
se
lanza a su rutina de estrenar ayeres
en
la senda por donde vamos yendo.
Al avanzar con ese legado construido,
recogemos
los frutos otrora propagados.
Siempre
se siente lo mismo, pero ahora
de
otra manera, respondiéndonos.
Ilustración: "Filosofo meditando" - Rembrandt van Rijn
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