Abrazos
al portador
libraba
ese hombre
luego
del café con leche.
Desde
una butaca vacía,
dirigía
el tiempo dar
caricias
de estrellas.
Coleccionista de afectos,
guardaba
en el vestidor
de
su redondo vientre,
trampolines
al infinito.
La
propina de sus palabras
salta
todos los turnos,
el
primero de la fila
bebe
el vino de la espera
con
sus alforjas llenas
de
un amor arcaico,
en
tanto, las últimas cuatro,
comen
palomitas blancas
bajo
la luz del viejo bar.
Dos
perritos lo disfrutan,
como
si fuera un hueso.
Una
burbuja perversa
le
cosquillea la nariz,
mientras
con toda calma
traza anillos en el aire
con
su eterno cigarrillo.
Pasa
el tren de la urgencia
y el
hombre no se turba,
después
de todo, lo importante
solo
es ser feliz.
No hay comentarios:
Publicar un comentario