La
ciudad bebe su noche amarga
hasta
perderse misteriosa al alba.
Robada
mí historia en las penumbras,
las astillas
de un antihéroe urbano
me llevan mar adentro de la suerte.
Somos
dos, yo y el que antes era yo,
errando
la ambivalencia de la inercia,
que nos
empuja a relegar el regreso,
ese
sinsentido de los muelles alejados
en
que escoran lejanías y soledades.
Divaga
ecos un contertulio absurdo
frente
a una ventana de la vida real,
y
las frases ruedan, mudas, sin nombre.
Me
voy quedando sin viejos puertos,
sin
bajos fondos donde ser cautivo
de ternuras,
alcoholes y el Lucero.
Del
regalo de un piano desafinado,
mudo
en su encierro, calle arriba.
Ilustración: "Péndulo y Ambivalencia 1" - María Cristina Alvarez
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