Miro al
sur… y allí me encuentro yo.
Tengo
un vacío que sabe a destierro,
un
desacuerdo de tersos muros blancos,
en inalcanzable
armonía con el musgo,
que
le dibuja ciertas verdades impostoras
en
los resquicios de sus pensamientos.
Me
hostiga un complejo de extranjero,
péndulando
entre la añoranza y el olvido.
Me siento
cazador de estirpes de lluvia.
hurgando
recovecos del alma, sin anhelo.
Estéril
pedregal me cobija en su vorágine
hasta
desaparecer, estático, cuerpo inmóvil.
Desnudo
campesino en salobre páramo,
tanteo
diálogos de cortesías y almas idas.
Pobladora
de sol, cielo arriba del abismo,
la Esperanza
me invita, desde muy lejos,
a
efectuar un viaje hacia quién sabe dónde.
Allí
me detengo, con mi geometría de hombre.
Anticipando
la ilusión de un algo realizable,
se puede
vivir un presente intolerante y vacío.
Ahora
miro desde el sur. Y hallo a donde voy,
hacia
el
naranjo desconocido, de frutos rojos,
que
promete en el mañana una buena cosecha.
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