Declaro
abiertamente, que
la
esencia de las flores,
no
es para gente corriente.
En
ella viven labios de miel,
cautivos efectos sublimes,
que
los afortunados dioses
reciben
con el último beso,
consustanciados con el néctar
que
aviva casuales
pasiones.
Ante
ello, el común queda varado,
en
insólito dilema eterno,
fluctuar,
en la deriva del deseo,
cual
terrenal hoja suelta,
o
aspirar a ser casi divino,
si
de un pétalo, acaso, recibe
un
breve y tenue roce.
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