Mi otro
yo es casi indirecto.
Tiene
un algo de tormenta,
de una tarde
de aguanieve.
Es un tren a paso de tortuga,
dejando
estelas de un tango
en el
esfumado de un papel.
Vive
en adioses del mañana,
guareciéndose en sonrisas
cuando
mengua la inspiración.
Siente
gran envidia de la lluvia
y de
esos defectos que admira.
Es
un otro yo de rostro lampiño,
firme
amante de un último café
en
las puertas
de alguna aurora,
y de
andar en bicicleta por la luna.
Yerra en
tornasoles de burbujas
cual un estrafalario
genio azul.
Ahora se perdió
entre unas letras,
y siento,
como una mala costumbre,
la digestión
lenta de su ausencia.
Q bueno!.. Me encantó!!..
ResponderEliminarSaludos