Me
pierdo en el desvarío del canto,
en el
eterno vagar de notas sonoras
que laxo,
deja el viento en los árboles.
Una caja
silenciosa, ampara sones
en
caléndulas que visten las ventanas.
Simplemente
solo, al azar y en la calle,
un
concierto reclama una parte de mí
para
encender armoniosas alboradas
vestidas
de mágicos colores melodiosos.
El Do,
amarilleante en su escala, empuja
el
fulgente carmín de un vibrante Re mayor,
lánguido
el Fa sostenido, azulino se pierde,
pequeño
acompañante del naranja Sol.
Azulgranate
el Si bemol cierra el tono.
Para
cuando de la nota el ámbar La,
menguante, una luna me desnudará.
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