En
tu mirar, logro yo ser aquel
que
en cien latidos y un anhelo,
asciende
por súbitas vertientes
a
las buenas nuevas que, tus labios,
en
empalidecida calidez prometen.
Contemplas,
con esa simpleza
que
encierra verdes praderas,
cual
una pequeña plegaria
que
invita a afianzar los ojos.
Y en
calma, entregarse manso
a la
cuna de sus profundidades.
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