jueves, 3 de enero de 2013

Sacar la lengua

reflexiones de alguien a quien quiero mucho malescritas por mi...

Pienso, hago, siento. Vivo.
Cada día, el día. Cada día.
Más consciente del día a día.
Maduro, crezco, envejezco,
como puedo. Lo mejor que se.
Gusto de los años que llegan.
Merecer, lo que se comienza.
Miro el devenir con serenidad,
 esperando cada día lo mejor.
Disfruto el presente. Al  fin.
Permanezco más tiempo en él,
 y logro aprovecharlo más.
Agradezco lo que se ha perdido,
lo que deje ir, lo que se fue.
Acepto, cuerdo, que todo termina.
Lo inasible vuelve más valioso
lo efímero que pasa por mí.
También las verdades caducan.
Los cambios son el hilo conductor
que nos permite engarzarlas,
como también, dejarlas atrás.
 Sin dejar de valorar ese eslabón
 sobre el que llegan las nuevas.
Amando también los errores,
que fueron certezas una vez.
Así, las evidencias del hoy, tal vez
 serán errores superados mañana.
La solemnidad no se me pega,
 una insolencia tribal me bulle,
resabios infantiles, apreciados
mucho mejor en la edad madura.
Como si pudiera sacarle la lengua
a las almidonadas firmes verdades.
Todo puede y debe ser derribado
de sus fingidos, patéticos pedestales.
Por lo que he perdido el hábito
de querer, hoy, encaramarme a ellos.
Los pocos que otrora  he intentado.
También este, mi cuerpo, acompaña,
con el peso soñado de la juventud,
 declina, cada vez más fibroso,
más disperso, y a la vez más blando.
Me gusta lo que la edad le hace.
La integralidad de los procesos
y la armonía de los componentes.
La frugalidad, sin reñir con la golosa
degustación de placeres sensoriales.
Un atracón de algo de vez en cuando
refuerza la moderación cotidiana,
le da respiro, y la permite a largo plazo.
 Amanecer pensando, mi hora lucida,
escribiendo, mi actividad permanente.
Casi para los demás, antes que para mí.
Sin pretensión alguna de posteridad.
Para los que vienen un trecho atrás,
en la senda que ya se ha caminado,
para el que quiera tomarlo, no seguirlo.
Como advertencia, por si les fuera útil.
Cada trago amargo, que aproveche,
y deje en mí, su efecto entrenador.
Que logre, sabio, poner el contraste,
sin amarguras, penas ni resentimientos.
Todo pasa. Lo bueno y lo difícil, también.
Solo hay que entenderlo y saber vivirlo.


Ilustración: "Calor"  (foto) - Juano Tesone

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