En
una oportunidad, sería en tercero o cuarto (casi seguro tercero)Cacho P., Ricardo
R., creo que Ricardo B. y yo, éramos cuatro seguro, decidimos ir a pasar un fin
de semana en Colonia Sarmiento, que por esos años era como ir al lejano Oeste.
Organizamos
más o menos la cosa y precavidamente cada uno de nosotros llevó lo puesto y en
un bolso algunas gaseosas y una manta para dormir, porque la ida era acampar a la vera del río.
Nos
tomamos la ya también recordada Chanchita, ese vetusto tren, que iba hasta allí,
saliendo creo que a las 6 de la mañana. El viaje fue piola, tranqui, nada para
recordar.
Bajamos
en la estación de Colonia Sarmiento, me parece que era en las primeras horas de
la tarde, en un boliche tipo ramos generales preguntamos cómo podíamos ir hasta
el río y caminando alegremente nos fuimos.
Que
comimos no me acuerdo, pero hambre no pasamos, a la tarde anduvimos recorriendo
el río, robando algunas manzanas en una chacra, en fin perdiendo el tiempo como
siempre, a la tarde noche, encendimos una fogata, seguimos chacoteando un rato,
seguramente con las mismas pavadas que todos los adolescente de aquella época
hacían, y no se a qué hora nos propusimos ir a dormir. Bah! Ir no, echarnos a
dormir sobre nuestras mantas.
Primero
nos pegamos un susto bárbaro porque medio dormidos escuchamos que algo se
acercaba a donde estábamos y como que venía corriendo, nos levantamos a los
gritos, cuando desde los arboles pareció una vaca que venía a tomar agua al río.
Acabada
la valentía decidimos que lo mejor era en lugar de dormir desparramados
amontonarnos todos juntos y tratar de taparnos con mas mantas, porque el frío
apretaba, pero entre el susto que nos habíamos llevado y el frío que se venía
en serio, decidimos juntar nuestros petates y volver al pueblo para dormir en
la Plaza.
Por
supuesto que al venir hacia el río lo habíamos hecho por el camino, pero de
regreso, medio congelados a alguien, creo que fue a Cacho P. se le ocurrió
cortar campo. Ay madre, luna no había mucha y si la había ya no me acuerdo, lo
que si me acuerdo es que no se veía nada y andábamos a tientas, tragándonos alambrados
y acequias. Yo personalmente puteando por la idea de ir campo traviesa y por la
idea de ir a Sarmiento.
Imaginen
a cuatro salames caminando de noche por el medio del campo patagónico, saltando
de terror de vez en cuando alguna vaca u oveja se espantaba aún más que
nosotros y corría y nosotros pegándonos nuestros buenos arañazos en las
benditas matas.
De
pronto vemos algo así como una luz e intentamos acercarnos ya que sospecho que
nuestro mentor del campo traviesa estaba bastante extraviado, unos perros que
ladran, y un tiro que suena.
Salimos
todos a las disparadas para cualquier lado yo sé que me hice un siete en el pantalón
y un arañazo en la gamba que todavía me dura el dolor.
La
cuestión que no sé cómo, al fin, llegamos a Sarmiento de regreso, fuimos a la
Plaza para dormir pero hacía tanto frío que terminamos pidiendo que nos dejaran
dormir en la Comisaría, donde los canas nos recibieron bastante bien y no nos
quitaron el frió.
El
regreso a Comodoro fue a dedo, y lo único que recuerdo bien fue que caminamos
casi todo el tramo de Valle Hermoso, esa pampa pelada, sin un árbol que tiene
como diez kilómetros de largo.
Cansados
como perros, muertos de hambre, pero con la alegría de haber vivido una aventura
de mierda.
No,
si era lindo viajar en esas épocas.
Aventuras de estudiantes que hoy, poco y nada se ven. El peligro, invitado especial sin haber sido invitado.
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