Me
gusta eso de ser sueños diluidos
vertiéndose
como rocío en tu piel.
Ser distancia
mínima, a cualquiera
de
los polifónicos diálogos que brinda
tu
cuerpo, en esos tibios momentos
en
que te invito a ser candela viva,
aristócrata
detrás de bambalinas,
huella,
que va dejando pequeñas marcas
en la
sonrisa que trazas en mis deseos.
Aún sigo
amando ese abierto mar
en
que, como salvaje lluvia, me inundo,
para
sentirte inesperadamente poética,
auténtica,
colmada de amor y luna.
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