La
partida se preludia de un largo silencio,
seguirá
levitando en el aire, el oculto deseo
que
la promesa imposible no sea incumplida,
que
no haya separación entre los cuerpos,
y se
sigan anidando utopías para mañana.
A
través de los ojos, las palabras hablan,
y el
fuego interno nutre la nada que espera.
El
tiempo dejó de caminar y, sin embargo,
sobrevuela
fugaz activando la llegada del adiós.
Garabatean
en el aire manos y pañuelos,
un
ahogo infinito estruja gargantas y voces.
Un
tren de oscuros ojos grises bufa, silbando
el
anuncio de que inicia el inventario de su viaje.
Insolentes
los rieles aceleran la partida.
Entre
sueño y real, la tropa parte a la guerra.
A un
hombre, que no quiere ir, le faltan palabras,
y
una mujer de cabellos rizado mima su panza.
Entre
toda la multitud, la pluma de un poeta
soldado
borronea:
si un día no me vuelves a ver…
Siempre es un placer leerte. Me encantó, tengo un especial gusto por los trenes y sus historias. Magda
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