Entreveo
una calle cualquiera,
preferentemente
empedrada,
de
tradiciones de barrio antiguo
con
olores de glicinas y jazmines.
Que
encierre herencias vacantes,
atesoradas
dentro de arcaicas tapias
color
arena, ocultas por la hiedra.
Legados
de viejas parlanchinas
expertas
en todos los comadreos,
y
longevos hombres discretos
guardando
retazos de historia
robados
en noches de juerga.
Una
calle de rancios caserones,
que
inviten al misterio y a quedar
prendados
de la incierta fantasía
que
estimulan sus espejos.
Buscar
en frondosas arboledas,
el
recóndito y secreto refugio
de un amor apenas imaginario,
en
tanto, sones de un bandoneón
señalan
la hora del tiempo ido.
Sentirme
benditamente nostálgico
de
esos ayeres patinados de gris,
en
la cara, el viento en contra,
y en
el alma, la fragua de la niebla
rozando
los inalcanzables límites
de
sentirme ansioso. Esperándote.
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